El pasado 20 de mayo, a los 82 años de edad y lejos de su Villalba (Lugo) natal, falleció mi amigo, mi hermano Ramón Chao, gallego, rebelde, pianista, escritor, periodista, seductor, voluble, aventurero, y sobre todo, un hombre de un temple poco común.

Ramon Chao en 2008
Además de nuestro antifranquismo, teníamos en común la característica de ser «los gallegos de París», identidad muy singular, y, como periodistas, los únicos españoles que han dirigido prestigiosos medios franceses: Radio Francia internacional (RFI) por él y Le Monde diplomatique por mí.
Ramón no fue solamente un inmenso escritor, infatigable y obsesivo, que entregaba su prosa veinte veces sobre el oficio – lea El Lago de Como –, pero también un periodista exquisito de los que ya no hay, y un entrevistador fuera de serie como lo certifican sus libros excepcionales con dos monstruos de la literatura: Juan Carlos Onetti y Alejo Carpentier. Es inaudito – y al límite del crimen editorial – que su libro de conversaciones con Jorge Luis Borges no se haya publicado.

Ramonet (izq.) y Chao entrevistan a Borges en París en el inicio de los años 80
En cincuenta años de amistad y complicidad escribimos varios libros a cuatro manos – entre ellos
París rebelde: Guía política y turística de una ciudad y el Abecedario (subjetivo) de la globalización. En diversos diarios, entre ellos Triunfo y la Voz de Galicia, publicamos crónicas entrelazadas, es decir, textos escritos por él y firmados por mí, o vice versa. Hasta el punto que mucha gente nos confundía.
Un día, en México, me invitaron a dar una conferencia. Ramón me reemplazó y nadie lo notó. En otra ocasión, en Bilbao, hicimos una conferencia juntos y, antes de empezar, los presentadores le atribuyeron mi biografía a Ramon, y la suya a mí. Obviamente, no hicimos la rectificación… Eso nos hizo reír. Un número incalculable de veces, se me presentó como «el padre de Manu Chao» y a Ramón como «el director del Monde diplomatique”. Nuestra norma era nunca rectificar.
Mientras que Ramón acaba de dejarnos, una señora me escribe para presentarme sus condolencias por «la muerte de mi padre, autor de este libro indispensable Fidel Castro, biografía a dos voces» Todo esto me preocupa. Por lo que tengo en la memoria una famosa novela de Edgar Poe, «William Wilson», en la que dos amigos se parecen tanto y se identifican a tal punto el uno al otro que el día en que uno muere, aquel que queda se da cuenta que no es el otro que ha muerto. Es él.

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